Los diferentes elementos relacionados con el crecimiento, expuestos
anteriormente, permiten deducir ciertas constantes. Ferre distingue tres leyes
fundamentales en el ritmo de crecimiento: progresión y amortiguación,
disociación y alternancia.
a) La Ley de progresión y de amortiguación. El crecimiento relativo de las dimensiones corporales
generales del ser es tanto mayor cuanto este ser es más joven. El óvulo
fecundado pasa de 2 micras a 10 milímetros en dos semanas. Este ritmo de crecimiento
desenfrenado se amortigua enseguida y disminuye salvo en el momento del
impulso pubertario. En el curso de este período se produce una aceleración del
crecimiento que no tiene nada que ver con la de la época embrionaria.
b) La ley de disociación. Las partes del cuerpo no crecen conjuntamente y en las
mismas proporciones, sino más bien a velocidades diferentes. Las piernas, por
ejemplo, doblan su longitud entre el nacimiento y los dos años; en el momento
de la pubertad el aumento de la estatura es debido a su alargamiento a
continuación al tronco.
La relación entre los tamaños de la cabeza, del tronco y de las piernas
y de la estatura total varía con la edad en relación con el crecimiento
diferenciado. Si todas las partes del cuerpo crecieran a un ritmo idéntico, la
morfología del adulto sería muy parecida a la del niño en el momento del
nacimiento, es decir, que la cabeza ocuparía el 25% de la estatura, el
tronco y las piernas, el 37,5% cada uno. Aunque el encéfalo representa el 15%
del peso del recién nacido no forma más que el 3% del peso del cuerpo del
adulto.
c) La ley de alternancia. Existen períodos de crecimiento más tranquilos que otros. Del nacimiento
a los 2 años y después de los 10 a los 15 años, el crecimiento es más rápido
que durante el período intermedio o después de la pubertad. El crecimiento es
constante pero se efectúa de manera más rápida en determinados períodos.
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